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MI VIAJE A ANTIBES 2020

Escrito por Maria Isabel Pino Revilla el 26 08 2020

A principios de año, mi madre me dio la idea de irme a un “campamento de dormir”. En un principio me daba miedo y más aún si era en Francia. Finalmente, me convenció, ya que no tenía nada que perder, sino todo lo contrario, aprendería francés, inglés y lo más importante de todo, me lo pasaría bien y haría nuevos amigos.

Mi primer día en Antibes

El día de irme se acercaba, cada vez tenía más ganas. De hecho la última noche ni dormí. Por fin aterricé en mi destino y allí me esperaba una monitora de la escuela de idiomas, o como allí les llamábamos “animatrice” que me llevaría a la residencia. 

Al llegar, nos dieron la famosa tarjeta, una tarjeta en la que ponía tu nombre, habitación y si eras mayor de 16 para que te dejaran salir hasta tarde. Además, nos dieron un mapa y un gel desinfectante. Ahí, conocí a esta chica alemana llamada Paula, que después por casualidad o destino, quién sabe, resultó ser mi compañera de habitación (super limpias, espaciosas y grandes con un baño de 10 y un pequeño balcón muy agradable) y mi amiga chica del viaje (la mayoría eran chicos), además de que más tarde le metieron en mi clase de francés. En conclusión, estábamos juntas a todas horas.

Aprender francés y hacer nuevos amigos

Hasta la hora de la cena, este primer día estaba un poco “deprimida”, porque todavía no conocía muy bien a Paula pero tampoco conocía a nadie más, aún así, tampoco sabía que quedaba más gente por llegar. Así que a la hora de la cena, conocí al resto del grupo de alemanes y suizos, también había un inglés. Eran súper majos y buena gente y después de cenar, en los juegos de por la noche de la playa y en la habitación nos conocimos muchísimo mejor. En ese momento ya supe qué me lo iba a pasar realmente bien.

Comienzan las lecciones de francés

A la mañana siguiente teníamos clases, me tocó con un profesor encantador y con mucha vocación. Sus clases eran muy amenas, dinámicas y sobretodo hablábamos y aprendíamos mucho de nuestros errores. ¡Y siempre concluían con un pequeño juego! Además conocí a más gente de otra residencia. Pero no acabó ahí, por la tarde en el tour conocí a dos chicos españoles, Sebas y a Xisco, que fueron mis dos mejores amigos.

Excursiones y actividades después del curso de francés

La que mejor recuerdo fue la de vela. Los alemanes-suizos decidieron tomarse la tarde libre, pues las actividades de por la tarde no son obligatorias, y fuimos Sebas, Paula, Xisco y yo. Sin tener ni idea de cómo manejar el barquito y con Sebas de capitán, casi siempre íbamos los últimos porque el barco no avanzaba hasta que ya llegamos y el resto de la tarde dimos una vuelta por Antibes, una pequeña cuidad encantadora, con unas calles preciosas y unas tiendas muy acogedoras. Excursión que si os dan la opción de hacer, ¡no os la perdáis!

Actividades después del curso de francés

Otra excursión de por la tarde fue a una pequeña isla cerca de Cannes, ciudad a la que también recomiendo ir (muy bonita e ideal para irte de compras), en la que fuimos a la playa. Lo pasamos bastante bien, pero lo mejor fue la siesta de los españoles en el barco que nos llevaba. Y el fin de semana, el sábado, nos llevaron a Mónaco. Era todo precioso, súper elegante y sobretodo de lujo. Estuvo bien a pesar de perdernos un poco y no encontrar un McDonalds. Para finalizar el día, nos dieron pizza en la playa para cenar, me pareció un plan genial.

El domingo, decidimos ir un grupo de amigos a una playa de rocas que nos habían recomendado, Cap-d'Ail, la verdad es que era preciosa. Fuimos en tren desde la residencia ya que la estación estaba a 5 minutos andando y sinceramente nos resultó muy fácil movernos. Pasamos el día allí y volvimos para cenar a la residencia. Al ser domingo, gente nueva llegó y antes de dormir, estuvimos haciendo unas actividades para conocer a los nuevos, de esta manera, más gente se unió a nuestro grupo.

A pesar de que después de el corto fin de semana el lunes nos diera pereza volver a nuestras 3 horas de clase, el martes, al ser el fiesta nacional en Francia, no tuvimos clase y nos llevaron a un sitio de tirolinas. Dos españolas que habían ido antes nos advirtieron que no fuéramos a las tirolinas de nivel negro, es decir, las más difíciles. Nosotros, no les hicimos caso pensando que estaban exagerando y fuimos. Fue la peor decisión que tomé y a la vez la más divertida. Realmente era MUY MUY MUY difícil. Llegó un punto que pensaba que me moría, ya no sé si de risa o de los difícil que fue.  

Alojamiento y escuela de lengua francesa

Otra buena experiencia o anécdota fue poner una lavadora con mi amigo Xisco, no teníamos ni idea de cómo hacerlo y al final tuvo que venir un animateur a ayudarnos. También fuimos algún día a la piscina de la residencia. Estas dos cosas fueron un puntazo de Castel Arabel que si no hubiéramos tenido, hubiésemos echado de menos.

Por último, los animateurs muchas noches montaban actividades en la residencia o colegio, como un casino en el que con el dinero les comprabas chuches; un especial de música, con un just dance y un "adivina la canción"; una búsqueda del tesoro con un scape-room y todo; y una de mis favoritas, un recorrido buscando pistas por la ciudad de Antibes.

Comidas en el colegio de idiomas

Para desayunar, siempre te daban un pan para una tostada, que podías untar con mantequilla, nocilla, mermelada…; siempre ponían un bollo y casi todos los días era distinto como por ejemplo una napolitana; cereales, tipo chocapic, los de miel o kellogs de maíz; y finalmente, un colacao, leche, un té, café… En cambio, para las comidas o cenas ponían un trozo de pan, que podías untar con quesos y salsas en crema; un plato principal casi siempre acompañado de alguna verdura o hidratos como patata, arroz, pasta…; siempre estaba la opción de una pequeña ensalada; y de postre yogur, distintas frutas y muchas veces algún postre más elaborado como algún bollo, chocolatina… Desde mi punto de vista, para ser comidas de comedor en un campamento, estaba súper bien. Por último, los fines de semana, nos daban un “picnic”, con un bocata para comer, pues el colegio lo cierran.

Antibes lugar precioso para curso de francés

Mi último día 

Estas dos semanas se pasaron volando. Yo y otros 4 españoles más nos íbamos los últimos, después de comer, por lo que esa mañana nos tocó despedirnos de todos. Estuvimos hablando, jugando al futbolín y dardos de la residencia y fuimos a comprar comida para el viaje. Hasta que llegó la hora y al subirnos a la furgoneta montamos un "concierto" con el animateur que nos llevó. Ya en el aeropuerto, facturamos las maletas y pasamos el control (los monitores muy atentos, no se fue hasta que vio que pasamos el control además de ayudarnos a facturar). Yo era la única que iba a Madrid, los demás se iban a Barcelona. Nos abrazamos como si no hubiera un mañana y triste me fui hacia mi puerta. 

En el avión, con los ojos llorosos por que todo aquello ya se había acabado, me puse a ver la fotos y pensé en que ahora con la tecnología podía mantenerme en contacto con todos y sin ninguna duda, ¡repetir el año que viene!

En fin, espero que os haya entretenido este blog y que al igual que yo os animéis a ir el siguiente verano. Sinceramente, lo recomiendo 100% porque además de aprender muchísimo francés, haces millones de amigos y os lleváis una experiencia inolvidable. Merci, au revoir!!!

Maria Isabel Pino Revilla
ha ido al campus de Antibes en el verano de 2020, específicamente a la residencia de Castel Arabel durante dos semanas para aprender francés.
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"Los cursos de idiomas en el extranjero cambiaron mi vida!"

María del Mar, Antibés